miércoles, 3 de junio de 2009

MANOS CERCENADAS


Desconozco porqué carajo ya no puedo escribir poesía. Pareciera que mi mano no responde a las órdenes de mi corazón y no fluye hacia la mente el estro para articular mis dedos dibujando lo que siento. Alguna vez, como lo he confesado en uno de mis post, asesiné un primero de enero mi obra pincelada con tinta roja, aquella música de las venas que escribía desde niño. Por ello pienso que ahora el destino me pasa la factura y ha cercenado mi capacidad para desplegar versos y emular aquellos pétalos de rosa desvaneciéndose sobre un pasto estéril pues siempre presentí que mi poesía era para nadie.
Aún cuando ella se halla transmutado en frases y flores obsequiadas, me fue repelida con perversa ira y desprecio, expectorándome como se envía al paredón a un abyecto criminal. Por ello es “para nadie”, para nadie el sacrificio, para nadie la capacidad de volar, de oir una canción en silencio, de renunciar a ese estúpido mundanal de fines de semana “sociables”, para nadie el dolor de una lágrima ante el orgullo o la maldita rabia que es el camino al “nunca jamás”.
Aquella vez que mostré mi rostro de poeta importó más el convencionalismo, las formalidades y finalmente lo convirtieron en un fantasma convicto encerrado en un corazón roto, se arrojó aquel amor libre ofrecido, que prefiere vivir desatado de todo y por tanto capaz de perdonar mostrando su expresión más alta. Ahora no puedo siquiera llorar ni escribir, mi humanidad se ha desintegrado convirtiéndome en un espectro deambulando en esta tierra material, tengo que decirlo me humanizaron para asesinarme una y mil veces.
Últimamente no hago más que visualizarla, escucharla y sentirla; se halla en todo lado por donde deambulo como lobo estepario. El “muss es sein” de Kundera hurtado a Beethoven presiona mis pasos y me ata a la putísima idea del “eterno retorno” y encima se mofa de mí con el sarcasmo de la risa nacido en la comisura de los labios de la Monalisa, pendejo Kundera, pendejo Leonardo.
La poesía puede ser el viento en la penumbra que te despierta y acuña la impronta en un papel, se halla en la neblina que atraviesa tu cuerpo pudiendo crispar tus pasos en un día que parezca un siglo.
Ayer estaba en el barrio viejo, oscuro, helado, la calle se hallaba vacía mientras sonaba una balada, inmovilizado mi ser por el dolor del alma, no se avizoraba espectro alguno, apenas dos pequeños arboles con un migajo de hojas, asemejandose a prisioneros salidos de un campo de concentración, la música oxigenaba mis venas, pero ni un ser, ni un amor a los cuatro vientos, simplemente me hallaba de pie a punto de desfallecer por no poder escribir...

1 comentario:

Maybellene dijo...

Puede ser sólo una época... y quizá más adelante las musas te visiten de nuevo...