"Tus emociones, son las que despiertan mis ilusiones. Son como las brisas que sacuden las hojas en retoño, pero no las vislumbro siquiera en la llovizna que magulla mi rostro al volver a mi habitación."
"Tu sencillez, da sentido a la armonía. Aunque para muchos lo es nada, siempre caminas entre ellos, como un propósito divino, Dios no te abandona, no lo hizo nunca, tiene algo mejor para ti…"
No sé a dónde ir cuando encarcelan y flagelan mis ilusiones. No quiero estar siempre atrapado en el manto de sus disociados deseos. Camino, miro mis zapatos, me toco el cabello, y sujeto mis pantalones. Deambulo en el soberano remanso de la rutina desdichada que se ha impuesto en mi camino y cumplo como sentencia el maldito trabajo que necesito pero ya ni sé para qué, más que para embriagarme con algún bohemio amigo y así la leal ebriedad me cubra con su hálito y no ser visto como aquel mísero ser en el que me estoy transmutando. Vuelo en un manto de suspicacias y temores, ya no soy el emperador de mis pensamientos, soy una infinita y amorfa metamorfosis, por ello no sé quién soy cuando cruzo las vereda y sus rincones, las avenidas pululando de centellantes luces que me recuerdan algún cielo nocturno que contemplaba en libertad. Es eso, soy nada en medio de bulliciosas lujurias de hombres mediocres admirados en un mundo mediocre. Y cuando me entrevero en ellos, soy empujado y sacudido como un gobernante sacude el polvo de su saco, pero no es así, en el fondo me asquea su misérrima alma y prefiero expiarme en soledad para no convertirme en uno de ellos. En fin todo soy, menos afortunado en este mundo de inmisericordes puñaladas. De un tiempo acá, me abandonó la dicha, conocí el amor, pero éste al ver en mí las marcas del camino que una vez seguí, enrumbó por el sendero de la distancia, como quien se azora al ver a un abyecto criminal, fue así y no culpo, sólo amé, deseo aunque no exista ese amor alguien pueda amar más de lo que pude haberlo hecho, deseo a pesar de mi dolor que el ímpetu se convierta en brisa para que pueda ser acariciada como mi corazón lo hacía a pesar de la borrasca en los seres que amé.
Otros gozan de sus privilegios mientras yazco en un recodo mirando el disfrute de la gloria que el afortunado disfruta, y temeroso camino entre la ruta del próspero, pues la vergüenza mata las ilusiones de mi buen corazón, me siento avergonzado y a veces cobarde por sucumbir a veces, ante lo que no quiero ser.
¿Dónde nacen los milagros? Me pregunto, porqué no es mi vida un cielo de milagros? Por qué no puedo ser una estrella en ese cielo, la más pequeña, pero gozar de él; quisiera por ello un ángel me lleve al cielo y confíe mi corazón en una nube de flores para dormitar por siempre cesando de sangrar. A veces inquiero, por qué no nací en otro tiempo y en tierras tan hermosas como sencillas para que mi corazón o mis ojos brillare de amor y pasión por vivir. Hoy mis ojos se hincan, se quiebran como cristales cenizos y se revuelven en su lugar cuando veo a los ricos beber y comer lo que quieren y a los pobres danzar sobre horas miserables e indolencia contumaz, pero es lo único que hago o puedo hacer y pienso que estoy condenado a hallarme solo porque no calzo en el molde de la hipocresía de esta ciudad anclada en la miseria humana; entonces estiro mis manos, mis manos temblorosas, pero no consigo nada, sólo escupitajos, risas y orgullo como disfraz. Si tan sólo estuviere mi madre hoy, pero la maté en medio de dolores infecundos. Escondo mis manos y doblo mis pies, me muerdo los dedos y recojo mis lágrimas; las guardo en cada uno de mis bolsillos por el reproche, por el pavor, pero no veo llenarse de nada, más que de desilusiones y tristezas de un cuerpo frío que a nadie le importa, pues sólo importa ese mundo que detesto pues me condena por el yerro y me ama cuando soy arlequín. No existe alguien que desee reposar en mi tonto corazón pues sobre él descansa el moho que impide ver que está hecho de oro. Sí. Transcurren los días y mi ser empieza a doblegarse ante los hedores de la hermana muerte. No quiero más llorar…a dónde irás…dónde estarás.
LA CIGARRA DE MARIA ELENA WALSH EN LA VOZ DE MERCEDES SOSA