lunes, 24 de agosto de 2009

LA SOLITUDINE DEL PENTAGRAMA SILENCIOSO


Ennio Morricone llegó a mí una noche de cine en 1990 cuando en el desaparecido Cine Tumi de Chiclayo, se estrenó “Nuovo Cinema Paradiso” por recomendación de Jaime Bayly, quien tenía en ese entonces su programa llamado “1990 en América”. Acudí a dicha sala como acostumbraba hacerlo: solo y así poder concentrarme al máximo. Fue una experiencia nueva e intensa, conocí un referente para el amor y el soundtrack se impregnó en mi mente por muchos años, al extremo de confundirlo si oía el Romanze 2º de la Pequeña Serenata Nocturna de Mozart. Transcurrió mucho tiempo para sintonizar nuevamente con este genio del romance italiano. En medio de una disonancia existencial recordé la música de Morricone y empecé a usar la red para recuperar lo que por legitimidad me pertenecía.
Hoy, al escucharlo, remembré dolorosamente la circunstancia que me hizo compartir espontáneamente tan bella música, quedándome con las mismas interrogantes sin respuestas del final de “Once upon a time in America” o “Cinema Paradiso”, obras que resaltan por el fondo musical de Morricone y por el desamor nostálgico. No cesan en mi mente y corazón los vacíos de confusión e inexplicables absurdos que hacen envidiarme a mí mismo al recordarme sentado solitariamente en aquel cine.
El pentagrama silencioso se animó un día a sonar y se atrevió a compartir la música de su alma, aún cuando presintiere que su final constaba de un epílogo con más interrogantes sin una sola respuesta. De nada sirvió escribir, componer y escuchar, hacer sentir música del alma más que para ser compensado con un trueno de odio y pasiones descontroladas. Como Toto frente al mar, el pentagrama silencioso no tuvo un Alfredo que le diera respuestas o le advirtiese si una princesa lo escucharía sin que luego le construya un muro infinito, tampoco tuvo una Deborah que no le negara la luz de sus ojos, sólo es el pianista TD Limon de la "Leyenda de 1900" esperando fallecido la explosión de su barco pues el mundo fue más fuerte que todo lo que sentía: Amor. Es Nudols fumando opio para recordar o inventarse una lindísima amapola.
"El amor no es todo" le dijo mil veces su oyente con arrogancia, cada vez que el pentagrama quería soñar y vivir.
El piano se ha roto, la lira clama con tristeza el haberse develado inútilmente. ¡Viva el cobarde verdugo llamado orgullo! Las pompas y formalismos, el amor fue asesinado, el amor ha muerto, el pentagrama se halla hoy vacío por dejarse escuchar. Y es mejor seguir siendo un pentagrama silencioso que un ser sin alma.

Fábricas del amor - Juan Gelman
Y construí tu rostro.
Con adivinaciones del amor, construía tu rostro
en los lejanos patios de la infancia.
Albañil con vergüenza,
yo me oculté del mundo para tallar tu imagen,
para darte la voz,
para poner dulzura en tu saliva.
Cuántas veces temblé
apenas si cubierto por la luz del verano
mientras te describía por mi sangre.
Pura mía,
estás hecha de cuántas estaciones
y tu gracia desciende como cuántos crepúsculos.
Cuántas de mis jornadas inventaron tus manos.
Qué infinito de besos contra la soledad
hunde tus pasos en el polvo.
Yo te oficié,
te recité por los caminos,
escribí todos tus nombres al fondo de mi sombra,
te hice un sitio en mi lecho,
te amé, estela invisible, noche a noche.
Así fue que cantaron los silencios.
Años y años trabajé para hacerte
antes de oír un solo sonido de tu alma
Itzhak Perlman como nadie interpreta el "Tema de Amor" de Morricone

lunes, 10 de agosto de 2009

EL BARRIO QUE SE NOS FUE

La última Víspera de Navidad brindaba con un amigo de la infancia; curiosamente advertí que en el lugar donde estábamos habían vivido otros de nuestra "Generación X", incluso la casa de “Koky” - con quien brindaba aquel instante- que quedaba a lado de ese bar nuevo ya no existía. Ninguna de las viviendas de mis amigos de infancia se hallaba de pie, tan sólo la de mis padres. Quedaban como testigos amordazados las veredas y pistas en donde jugábamos interminables horas de rayuelo, matagente, tenis cholo, el popular fulbito de poste a poste y hasta voley en la época de las Olimpiadas de Seúl 88. Terminábamos con el ropaje asqueroso y roto como miembros de la pandilla del malvado Fagin de la novela de Dickens “Oliver Twist”; nuestras madres nos aguardaban con un látigo por haber sobrepasado las horas de juego sin hacer tarea alguna para la escuela. Años después nos esperaban tras la puerta en las madrugadas por haber bebido en exceso; los latigazos eran inútiles pues ni dolían ni se sentían, ello era sólo el rito freudiano de las madres para no destetarnos de su dominio matriarcal, igual al día siguiente nos esperaba un delicioso chilcano preparado por sus cariñosas manos.


Mi barrio en el centro de Chiclayo era de lo más pelotero y criollo. En febrero todas las generaciones de hombres y mujeres convergían para el ritual carnavalesco, armados con baldes repletos de agua, pasta para zapatos y pintura, nadie se atrevía a cruzar por ahí, incluso la más contundente amenaza por parte de hombre o mujer era repelida con una ráfaga de bombazos y manazos empastados, no habían leyes contra el “salvajismo” y la agresión barrunta de la época. Sobrevenía luego un corso y los más “grandes” empezaban a beber cerveza en plena calle a la voz de un minisesión en el que se oía una salsa, Los Iracundos o música criolla.
"...que pocos quedaron de aquellos” reza un estribillo de una  canción ochentera. Quizá nos dé la razón, pues qué poco queda de aquellos tiempos: sólo negocios de distribución no inventivos. Gente nueva, de hablar distinto, de otros lares y costumbres difusas que se apoderaron con alquileres y post compras de inmuebles del barrio en el que crecí y maduré. Aquella noche navideña me sentí desarraigado al igual que Koky a quien no veía en años. En su casa había un corralón inmenso en donde jugábamos canicas e inventábamos juguetes disparatados de madera y lata, el Chavo del 8 era muy parecido a nosotros, salvo lo bruto. Hemos sido la cuarta generación de ese barrio desde mis bisabuelos y ya no habrá una más por lo que advertimos ese día.
Mientras crecíamos también la música cambiaba en los 80. Michael Jackson era el Rey absoluto y Soda Stereo dominaba Latinoamérica, a la vez que aprendimos a distinguir los olores de la marihuana, la pasta y la textura de la cocaína entre algunos miembros que cayeron en el vicio execrable de la drogadicción. Cayó el muro de Berlin. Ingresamos a la Universidad iniciados los 90 y sus aulas y corredizos se diferenciaban poquísimo del subversivo pabellón azul del destruido Penal de la Isla el Frontón.
Mientras un extranjero nos gobernaba , la música seguía transformándose, no sonaba mucho a Rock, el criollismo estaba lleno de recuerdos, Chabuca Granda había fallecido hace mucho y los cantantes criollos tocaban en bares de medio pelo en Miami, no había ya dinero ni para jugar carnavales sino para comprar libros y labrarse un futuro.
A veces, cuando vengo de Lima a vacacionar  y  llego de algún lugar a mi casa, ya no me esperan mis amigos sólo el portón ahora metálico del hogar donde crecí: Me quedé sin barrio y mis amigos ya no viven ahí. No veo un solo partido de fulbito, sino niños sentados frente a un Play Station jugando Soccer y adolescentes buscando chica en internet o esperando que alguna muestre su teta pixeleada y deforme desde otra latitud por un chat. ¿Quién se robó todo ello? Quizá lo dejamos ir o es el progreso el que rompe las generaciones, los clanes y las tradiciones.
Tuve la suerte de vivir ahí, de conocer gente buena y sincera, amigos inolvidables con quienes pasamos más alegrías que penas, bautizos tardíos, comuniones y confirmaciones obligadas pero gratificantes y necesarias. Muchos tíos a quienes respetábamos han muerto y el tiempo se ha hecho notar en los cientos de letreros que pululan en mi barrio.
Extraño las anécdotas, los juegos sanos, las quemas de año nuevo, los primero de enero, los eternos partidos de fulbito en la pista o en la cancha del Colegio San José con otros barrios como Cabrera, Alfonso Ugarte, Vicente de la Vega , Alfredo Lapoint. Extraño las broncas entre escolares manuelpardinos y sanjosefinos superadas por ser simplemente amigos y sobretodo chiclayanos.
Mi barrio se fue hace mucho, aquella noche de víspera navideña Koky y yo nos dimos cuenta de ello sin poder hacer nada mas que pedir otra cerveza y recordar.....